Papel y lápiz, madera reciclada, pintura ecológica y palo de mar.
A mi modo de ver el interiorismo se encuentra más allá del simple decorativismo estético.
La fusión de la pintura artística con la textura de los objetos naturales, rescatados de las playas del mediterráneo, hacen que un mueble recupere sus años perdidos en un sueño aletargado e inservible.
La nobleza de la cera (producto natural y noble como pocos) le devuelve el alma interior y la hace visible en la rusticidad de la materia. Los retoques finales, el espíritu de la persona que los creó con sus propias manos.
Un profesor en la universidad me enseñó que el paso del tiempo deja huellas imborrables pero valiosas en los muebles, que nos comunican o nos cuentan la historia de vida, como fue utilizado y quién era su dueño. La carcoma por ejemplo o la negra pátina que deja el hollín de las estufas, el aroma de algún perfume que se guardó. Sellos de viaje en barco o en tren, y mundo de marcas que recibieron desde que están en pie.
Todo esto y más es lo que intento rescatar a la hora de restaurar un mueble, respetando por supuesto el estilo sin dejar de lado la huella personal, que representa el lugar donde estamos inmersos, el mar mediterráneo.